viernes, 8 de julio de 2011

Verdad/Consecuencia: un petit mea culpa.


Supongo que ya no se juega a Verdad-Consecuencia en los asaltos a los once. Supongo que ya no hay asaltos a los once. Salvo los que te hacen niños de once. O en el Once.


El juego tenía una sub-regla que nunca entendí del todo: “¿Privado o Confidencial?” No me cerraba; para mí algo privado era, en definitiva, confidencial. En todo caso debía llamarse “privado o público”, pero un uso y costumbre así lo había establecido misteriosamente.

Confidencial” era ejecutar la acción delante de todos, mientras que Privado” era encanutarse a solas con la otra persona.

Podías elegir “Verdad-Privado”, o “Verdad-Confidencial”; y si eras más zarpado y/o te tocaba la niña que te gustaba elegías “Consecuencia-Privado”, que era el más picantón.

“Consecuencia-Confidencial” tenía poca salida.


“Verdad” era responder a una pregunta. A la pregunta, bah. No había otras: “¿Te gusta Gaby?...”

Siempre era “¿Te gusta......... (llene la línea punteada)”

Nunca se hacían otras preguntas.

“Consecuencia”, siempre era darle un beso a la línea punteada.


Ya a esa edad uno practica su sexualidad futura y su vida de relación.

Yo por ejemplo a los once tenía un apogeo de popularidad. Era un lindo pibe y transcurría un cierto veranito de éxito con las niñas.


El juego, además de provocar hormigueo en los estómagos, con su dinámica afianzaba la confianza en el grupo, y definía roles.

El “Verdad-Consecuencia” era como un reality. Había que confesarse delante del resto. Besarse. Nadie iba a ser el mismo después de eso.


En la opción “Consecuencia Privado” por lo general te ibas detrás de un biombo. Por esos años en los livings de las casas había biombo. No sé porqué; tal vez emulando a Bjorn Borg, (léase biombor) el tenista top del momento.

Tampoco sé dónde están hoy todos esos biombos.

Lo que sí sé es que yo detrás de ellos, a varias les he propuesto: “digamos que nos besamos”. En general nos poníamos de acuerdo y salíamos con cara de haber consumado. Sospecho que alguna debe haber querido el beso real; pero las niñas tienen dignidad tempranamente y ninguna me lo reclamó.


Hoy siento algo de culpa por eso. Tal vez escurrirme de esa obligación le provocó un daño irreversible a la autoestima de alguna. Los varones se dividen en culposos o no en relación a las mujeres, y siempre fui de los primeros.

Lo cual no implica que hoy quiera corregirlo. No llamen. No traigan biombos. Ni McEnroes. En la vida a veces somos rechazadores y a veces rechazados. A mi también me han negado besos, y no por eso abandono la esperanza de hormigueos estomacales, más allá de las flatulencias.


Ya no hay más asaltos de preadolescentes. Supongo que lo más parecido a Consecuencia-Confidencial es un club de swingers.

Pido disculpas, como un sorry tenístico, si ofendí a alguien en un Consecuencia-Privado. No fue personal. O sí, bah. No me gustaba. Pero le aclaro que, ganador y todo como era a los once, tampoco he tenido la estabilidad matrimonial de una Maru Botana.


El juego no termina.


(Y escribir en un blog tal vez sea hoy, una Verdad-Confidencial.)

3 comentarios:

  1. Me parece que algunas verdades-confidenciales terminan siendo sanadoras.
    Por otra parte, algunas de tan confidenciales, se terminan convirtiendo en privadas.

    Saludos

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  2. DEJA VU..ME ACORDE CUADNO JUGABA YO! PERO NOSOTROS TENIAMOS MAS..VERDAD, CONSECUENCIA, PUNTAJE, OPINION...Y SIEMPRE LA RESPUESTA ERA PUBLICA!

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  3. A los 11 años todas queríamos que el chico que nos gustaba eligiera nuestro nombre para completar los puntitos y terminar atrás del biombo. Y cuando eso pasaba poníamos cara de horror/indiferencia/asco todo junto y en ese orden, mientras secretamente anticipábamos ese beso. Era la única ocasión en donde podíamos permitirnos ser "promiscuas" y no ser tildadas de tal. Una se volvía a su casa a rememorar una y otra vez ese beso con Peter Cetera de fondo, con la conciencia tranquila y la reputación bien salvada.
    Daño irreversible a la autoestima? No es para tanto...supongo que simplemente le robaste a más de una ese pequeño placer sin culpas.
    Carla

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