jueves, 22 de abril de 2010

Siempre fui un adelantado.

La gente se divide entre los que estudian los manuales de instrucciones de todo (mi amigo Roberto), y los que no. Yo no resuelvo de qué lado estoy. En realidad en los que no, pero tienen amigos (como Roberto) que les resuelven.
Es una cooperación mutua. A los dos nos gusta que esté el otro.
A mí no me convence mi lugar. Convivo con cosas que no se usar del todo.
Mi reloj, por ejemplo.
Es un buen reloj. Me lo regalaron hace cuatro años para un día del padre.
Un reloj así es exagerado para un día del padre; el cumpleaños cotiza más. Pero en aquél caso estaba naciendo mi hija; supongo que mi paternidad era ensalzada.
Nunca lo supe manejar; sólo ponerle el despertador y consultarle el día.
Tiene múltiples funciones, que nunca usaré.
No se qué movimiento habré hecho mientras lo investigaba, que quedó adelantado unos siete minutos. Tal vez fue uno de esos veranos tratando de cambiarle la hora.
Lo uso así. Adelantado. Esos siete minutos debo calcularlos constantemente.
¿Son y cuarto? No; todavía no son y cinco pasaditas. Y así.
Me debato entre seguir siendo ese al que no le molesta vivir con el reloj siete minutos adelantado, total todo es desprolijo en esta vida, y ese al que no le convence para nada esa dejadez.
Pero tal vez lo dejo adrede. Toda mi niñez, cuando los relojes eran manuales y hasta a cuerda, lo adelantaba a propósito.
Vivía con el reloj adelantado entre uno y dos minutos.
Me sentía más grande. Me daba seguridad.
Mis primeros relojes, o hasta los catorce años, siempre estaban adelantados dos minutos.
Después el pensamiento mágico se disipó un poco y los adelanta sólo unos segundos.
Los ponía en hora con el 113 y siempre me las ingeniaba para que estuvieran 15 segundos adelantados.
Ahora, el atraso, jamás.
Puedo convivir con esto, pero si estuviera unos minutos atrasado, hace rato que Roberto hubiera venido a socorrerme.
Eso no pude concebirlo nunca. Me desespera; ante un reloj atrasado, soy Jack Nicholson en As good as It gets.
Vivir con el reloj atrasado es muchísimo más desprolijo que adelantarlo. Es un desfase mayor y más agresivo. El adelantado vive más en la ilusión; tiene esperanzas de correr con ventaja. Es saber que aún hay tiempo adelante y disfrutarlo.
Es poner el despertador media hora antes para regocijarse con el “tengo media hora más”.
No me apuren si me quieren sacar bueno. Siempre se pueden cambiar las cosas, siempre queda un ratito de gracia.
No puedo vivir del todo en el presente, porque pasa en seguida. En cuestión de segundos.
Cuando venga Roberto a corregirme, voy a pedirle que me respete mis quince segundos antes de que llegue el presente y se esfume tan rápido.

viernes, 16 de abril de 2010

PRIVATE POVERTY


Anoche me alquilé “Capitalismo, una historia de amor”, de Michael Moore.

Habla de la crisis económica, del hundimiento de la clase media, y todo eso que acá conocemos tanto. Está muy bien, porque ves a norteamericanos hablar de cooperativas de trabajo, de injusticia social, de desigualdad de oportunidades.
Hasta hay prelados que refieren al sistema como demoníaco, inhumano y cruel.
Pero uno acá abajo (o al sur, mejor dicho) sonríe con sorna, “Já, ¿recién se dan cuenta? ¡Bienvenidos al club!”

Así y todo, vi frases que me dejaron pensando en mis grandes contradicciones.
Como la del mismísimo John Adams que hace como tres siglos dijo:
“La propiedad monopolizada o en manos de unos pocos es una maldición contra la humanidad.”
O Benjamin Franklin que unos años antes espetó:
“Ningún hombre debe poseer más propiedades de las que necesita para vivir; el resto, por derecho, le pertenece al estado.”
Frases bastante subversivas en boca de liberales, no?
Repitamos: “Ningún hombre debe poseer más propiedades de las que necesita para vivir; el resto, por derecho, le pertenece al estado.”(“No man ought to own more property than needed for his livelihood; the rest, by right, belonged to the state”)
¿Te sorprende? A mi también.

Por un lado me encanta, por el otro digo: ¿Y la casa de Cariló?... ¿Si tengo más de una, le estoy privando a otros tener la suya? ¿Tengo la culpa yo de la desigualdad? ¿Si algún día llego a tener más casas, debería dárselas a un homeless?
Ni siquiera. ¡Al Estado!... ¡Que se las de él!
Generamos una discusión con mi mujer sobre lo que es (o debería ser) el Estado, y nos fuimos a dormir con mufa. Que no es el gobierno, que el Estado no da; que es una porquería, que antes el estado funcionaba mejor, que en 1700 era otra cosa, que las frases están sacadas de contexto, etc.
Más allá de que la definición de estado discutible y relativa, y que depende mucho de en qué estado se encuentre ese Estado (te mareaste?); a lo que van las frases es: "tengamos cada uno una casa, un auto, un jardincito para hacer el asado."
El derecho a la propiedad repartido en partes iguales.
Arranquemos todos con el mismo dinero en el juego del Estanciero y que no haya ningún gordito dueño de la pelota que venga a ostentarnos cinco chacras en José Ignacio.
Tiene lógica. Sobre todo cuando en el mundo hay hambre y miseria y la riqueza está tan concentrada.
Ni Adams ni Franklin eran comunistas, eh? Eran recontra yankis. Pero decían: “La casa para vivir bien, y listo. Más, es injusto.”
Tenían conciencia de clase.
Hoy en USA empiezan a tener unos quilombos conceptuales que acá por casa tenemos hace tiempo.
Cada siete segundos hay un desalojo. Los dueños de la torta cada vez tienen más, porque compran esas casas a los bancos por dos mangos con cincuenta.
Cayó el comunismo, ahora (según Michael Moore) le toca al capitalismo. ¿Qué se viene?

No me lo contestes ahora, vamos a un corte y después de estos breves anuncios la seguimos.