viernes, 17 de enero de 2014

Facebook y las "noticias"

 “Todo vivir humano ocurre en conversaciones y es en ese espacio donde se crea la realidad en que vivimos.” 
                                                                   (Humberto Maturana)





Uno va eligiendo cuáles son sus temas. Eso “de lo que todo el mundo habla” se puede esquivar y enturbiando la vista puedo buscar lo que me interesa. Pueden mis ojos hacer oídos sordos a los “Trending topics”. Aunque, claro, al almorzar con mamá será inevitable que me ponga al tanto del noviazgo de Wanda o los millones facturados por shows de coreografías acuáticas. Noticias que no me quitan el sueño (si no todo lo contrario); son spam en mi cerebro. Facebook y twitter están atestados de eso: allí todos somos jefes de redacción, y decidimos lo que es noticiable; y por supuesto no hay criterio sano, ni justo. (Tampoco lo hay en los jefes de redacción.)
            La buena noticia es que las noticias ya no son importantes para todos. La sobreinformación y la puja entre los grandes medios nos hicieron perder el interés en ellos y las redes sociales tomaron el asfalto cocinando nuevos estilos de comunicación. Levantando noticias oficiales, sí, pero reinterpretadas por “civiles con onda”; allí cada uno esgrime con su impronta una defensa o ataque peculiar. Quien es activo, intenta darle al tema una vuelta de tuerca personal, y así sale del anonimato. Así le dice al mundo: “este soy yo, y si bien estoy en desacuerdo igual que ustedes con todo eso, yo lo expreso en color fucsia.”

           
Que las noticias son necesarias, se podría discutir. No lo son como el agua o el aire, claro. Pero sin enunciado alguno viviríamos como en la película “Náufrago”; inventándonos un Wilson para comunicarnos. La noticia al comentarse, genera “hermandad”. Nos es útil como punto de referencia, para saber quiénes somos. Si Tom Hanks no le dibujaba la carita a la pelota para hablarle, iba a olvidar quién era él mismo. Sin conversaciones, sin lenguaje, podía volverse loco.













            Pero las redes sociales han venido a dar color; a agregar nuevas formas de relacionarnos. Hoy la hermandad es real: siempre va a haber alguien que me palmee la espalda con un “me gusta” cuando cuente  mis cosas, mi uña encarnada, una buena nota, o el aumento de mis leucocitos. Facebook me referencia con los otros en espacio y tiempo, me clasifica por afinidades o desprecios; allí, como mínimo, estoy conectado.








  





            Cuando no hay noticias se las inventa. En los pequeños pueblos donde no pasa nada se andan diciendo cosas como “lo vi al Rubén con la bicicleta” o “había un ternero suelto por allá.” La red nos convierte hoy en generadores de noticias aldeanas que pueden girar por el mundo. Infinidad de botellitas con mensajes esperando ser vistas. Confesiones íntimas, chistes o blasfemias. Por cada nota que brota en los diarios o la tele, nacen millones de noticias bebés que corren por la orilla como tortuguitas hacia el mar. Las que sobreviven y crecen, pueden hacer famoso a su autor, al menos en su barrio virtual.

           
            También existen grupos que se twittean todo el tiempo, quienes incluso ni se conocen en persona pero se acompañan con opinión homogénea y critica permanentemente a terceros, como los viejitos en el palco en los Muppets.

            Personalmente no termino de comprender el fenómeno en el cual alguien llega a ser una celebridad virtual y nadie conoce su cara ni su nombre real. Existen muchos de esos casos; tal vez por ser actor me cueste digerir que alguien, pudiendo hacerse famoso por su talento creativo, elija el anonimato. En definitiva, el posicionamiento social no es para despreciar y ser populares nunca estuvo mal visto, salvo para Las Divinas en la tira Patito Feo.





Twitter y facebook son bien diferentes. En ambos se genera contenido propio, aunque también hay pasivos, que no postean nunca nada. (Suelen ser casados, o faltos de confianza. O las dos cosas.)
Facebook es un club relativamente pequeño. Admite hasta 5000 socios, pero es raro que un civil llegue a esa cifra, a menos que haya puesto la foto de Anne Hathaway y/o acepte a cualquiera.
Tiene más privacidad, si sabés usarlo. Nadie tiene porqué enterarse de quiénes son tus contactos. Twitter, en cambio, te expone; deja “todo al aire”. Se enteran a quién seguís. Te manda al frente con algo tipo: @LizSolari - Seguida por Pablo Novak y otros (pajeros, faltaría que pusiese).


            Lo que se torna insufrible tanto en uno como en el otro, es la publicación de cualquier cosa, sin discernimiento. “Hoooliss” todos los días, puede generarte enemigos. No sos un portero baldeando, para decir “Buen díaaaaa” todos los santos ídems.   

De tener onda a ser un plomo hay pocos pasos.
          No está bueno publicar “Me acabo de lavar la cabeza”, o “El centro está embotellado”; no agrega nada. Son noticias spam. A nadie suma un “Ay, me re corté afeitándome” o un “Me está por venir y me duele todo”, por campechano que sea el propósito.       

            También incinera el post “enigmático”; ese dirigido a alguien que tal vez ni figura entre los contactos: “A mal puerto fuiste por leña!” o “Lo que te perdiste…” o un menos sutil: “Pelotudo de mierda!”
            Esa descarga solo afecta a quien la profiere. Y más de lo que cree. La catarsis sentimental sin medir consecuencias, es prensa negativa y uno queda como quien hierve el conejo tras un abandono.
            “Entendí que yo era demasiado para vos.” – postea alguien. A los cuatro minutos agrega: “Al verte con tu novio, me di cuenta que es lo que realmente te merecías.”
            Es claro; la vergüenza ajena y sus genéricos nos brotan como soja en facebook.














            Son moneda corriente también, representando la contracara de los abandonados, otros entusiastas latosos: los amantes arrebatados, chorreando melazas como: “Sos lo mejor que me pasó, te re amo”… “Juntos hasta la muerte, mi amor, mi cómplice y todo!”… “Gracias por las flores y la noche que me distes”… - entre fotos con sábanas de seda.
            Para que al mundo le quede clara su felicidad, ostentar su bienestar sexual les parece obligatorio. El tortolismo facebookiano, claramente insufrible, merece otro análisis. Porque cualquier epístola amorosa podría (y debería) manifestarse por vía privada. Cuando el show-off se hace necesario, probablemente es porque hay que corregir algo; si no, es presumir; contar plata delante de los pobres. La sobreactuación denota una falta; ningún alma sensata se ufana de lo que le sobra.
            Es clásico en comedias románticas el sermón amoroso del muchacho a la chica ante miles de personas en un estadio. Eso cree hacer quien publica “Nadie me hizo sentir así” en el boletín oficial de su media naranja. Pero el efecto que consigue no es el aplauso del estadio; sépalo: la gran mayoría no lo estamos admirando sustancialmente.


            Más allá de los abusos, Facebook generó una revolución en el lenguaje; donde hay compañía, conversación, segmentación por afinidades, y feedback. Es como un gran recreo. Y adictivo, además. Y tentador para el creativo. Miles de millones en el planeta consumen las boludeces que anoticiamos minuto a minuto los civiles. El desafío viene siendo decir o hacer la mejor boludez de la red.


            Andy Warhol lo predijo en 1968 “En el futuro todo el mundo tendrá sus 15 minutos de fama”. Y colgando un video porno, ni te cuento.
            (Chicos, no hagan eso en sus casas.)







domingo, 5 de enero de 2014

La gente se divide

El estilo de manejar los autitos chocadores podría ser otra clasificación entre las personas.
La mayoría chocaba de costado y sonriéndose, como pidiendo disculpas. Si lo hacían de frente de tanto en tanto, era a un amigo o familiar. 
Yo siempre preferí ir rápido, esquivando a todo el mundo, evitando colisionar. Claramente, nunca me gustó confrontar.
También estaban los pseudo psicópatas que buscaban chocar fuerte y de frente, a diestra y siniestra. Sobre todo a siniestra. 
(A estos últimos seguramente les ha ido mejor en los negocios. Es una suposición prejuiciosa; pero me recuerdan al Señor Burns.)