miércoles, 10 de julio de 2013

Leyes de Murphy de la compu

  
Al bar elegido no le anda el wi-fi, pero te enterás cuando ya pediste el morfi.


La cantidad de auto-fotos sacando trompita que tiene una chica en facebook es directamente proporcional a sus faltas de ortografía.


Aquello tan inspirado que ponés en facebook, con la intención de que lo lea “esa persona”, nunca llegará a sus ojos. (Aunque sí a los de “esa otra”.)


Encontrás en youtube la peli que te flasheó en tu infancia: la ponés y a tus hijos los torra. (Incluso a vos, 20 años después, te decae.)


La foto que te etiquetan es siempre aquella en la que saliste gordo, blanco, bizco y con papada.


El “me gusta” que por fin te pone “esa persona”, no es en todo lo que querías que leyera, si no en lo que compartís de otro, o de un diario.


Se te ocurre algo genial para twitter, pero no tiene sentido en menos de 140 caracteres. Tratás de acomodarlo y lo ponés sintetizado, a ver si se entiende. Y no: cri-cri, y vuelan bolas de pasto del lejano oeste.


El video que estás viendo ansiosamente en youtube se frena o tarda en cargar siempre en la mejor parte.


El “me gusta” o comentario que escribís a la chica en bikini es visto primero por 34 madres del colegio en la Información instantánea.


Siempre llegás tarde al video sensual no autorizado de las “famosas”; cuando los buscás ya los sacaron de la red.


Al más zarpado o políticamente incorrecto lo retuitean 50.000. Vos posteás una boludez subidita de tono y la leen compañeros del jardín de tu hija y de bridge de tu tía; catalogándote como del Clan Manson.


Te suena un mensaje de texto que puede ser de “aquella persona”, pero estás manejando y la onda verde esta vez no se corta nunca. Después larguísimos minutos, por fin un semáforo rojo y agarrás el celu excitado: era alguna promo de automotriz o telefónica.