miércoles, 18 de mayo de 2011

Los patos no hacen cuac ni ahí.


La onomatopeyología no es una ciencia exacta. Escuchando a los patos del Rosedal un larguísimo rato, no les pude sacar ni un cuac. El sonido que emiten es completamente diferente, intenten escucharlo. Vayan; hay cientos de ellos ahí que no me dejan mentir.


Ni nuestro cuac español ni el coin (cuán) francés, ya se parecen a su graznido. Es más que evidente que su idioma fue mutando y habría que reformularlo.

Los usos y costumbres nos han conducido a este tergiversado estado. No lo dejemos pasar así como así. Los bichos también cambiaron su lenguaje. Así como los humanos hemos instalado de la noche a la mañana un “googlealo”, un “twittear”, un “lo dejo a tu criterio”. No seamos necios ninguneando los avances de los animalitos; también tienen derecho a trocar sus modismos.


El gato parece ser el más apegado a su tradicional miau español o meow inglés. La vaca, ni hablar. Al muu no le ha cambiado ni una letra, la vaca. Ni modificó el tono, ni la actitud ante la vida; su inocente displicencia permanece impávida.

Es difícil de trasladar al papel su sonido original y a esta altura tiene mucha prensa el cri cri del grillo. Aunque es obvio que no es tal; y dudo que alguna vez haya sido un cri cri textual. Mucho menos el pío de las aves, que en inglés es tweet (te puedo tweetear?) o en francés cui cui. O peor, piep piep en alemán.

El perro se ha mantenido también bastante en su lenguaje; si bien por mi parte nunca estuve muy de acuerdo con la “g” de guau que lleva en español. Para mí el wau alemán es el más fiel. (Fiel, justamente). Los perros anglosajones son descriptos con un “arf” o un “woof” que me divierten y a los que no discuto.


Pero el gallo tampoco canta un kikiriquí; seamos francos. Mucho menos ese cock-a-doodle-doo inglés que es directamente una payasada, o aquél humilde kúkuriguu búlgaro. No he conocido gallos de Bulgaria (ni búlgaros en general, salvo en estampados), pero dudo que emitan otro sonido que una especie de -a-aaaaaá, y pará de contar.

Totalmente imposible ha sido llevar al papel el sonido del caballo, el delfín o el conejito de indias.

También es bueno para alardear cuando decaen las reuniones, el poseer un amplio vocabulario. Saber que el asno rebuzna, el gorrión gorjea, el búho ulula, la oveja bala. Y carlitos bala.


Pero los patos, de ninguna manera hacen ya cuac.

Algo les ha ocurrido, y propongo al Congreso de la Lengua estar pendiente de ello en la próxima temporada. (De conejos).


2 comentarios:

  1. ¡Bárbaro!
    Burlandonos de la "onomatopeyología" mi novio y yo, y que me pongo a investigar ¡y que sale tu blog!

    Aplausos... clap clap clap

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  2. También hay que revisar el oído de quien escucha, ya que por ejemplo Morrison decía escuchar "the scream of the butterfly". Tal vez era por las cosas que tomaba...

    Los patos... bueno, no tengo propuestas mejores que el tradicional cuac... igual siempre es mejor ir a ver un pato en vivo y que el haga lo suyo y nosotros lo nuestro.

    Abrazo

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