Hay un grupúsculo que aún se resiste al celular. Aunque usted no lo crea.
ME CAGO EN TU BLADBERRI, TÍO...
por Mauricio Kartun (Domingo 17 de abril de 2011)
En la sala de embarque de Ezeiza un indisimulable ejecutivo habla fuerte por celular. Demasiado fuerte como para no tener ganas de escupirle un poquito por la espalda el Armani. Tiene acento español. "A fulana le dais un bladberri (sic) le enseñais a usarlo y que se lo implante. Ahora la necesito en linea de por vida".
Recuerdo enseguida esa versión sobre el nombre del artefacto maldito: a los esclavos nuevos se les ataba una bola negra de hierro muy irregular. Tenían una cadena y un grillete al pie, para que no escaparan de los campos de algodón. La llamaban "BlackBerry" (mora, cereza negra) porque se parecía a esa fruta.
Me da una alegría infantil y rotunda pensar en la suerte de no tener, no saber usar, no necesitar y haber decidido que nunca tendré un teléfono celular. Una especie de ingenua euforia ácrata. Saberse marciano y sentirse orgulloso de su nacionalidad. Elogio de la diversidad. Marcha íntima del orgullo marciano.