viernes, 26 de abril de 2013

El varón "susanito". ¿Por qué no?



Está claro; la mujer avanzó y sigue avanzando. El machismo es mala palabra y los derechos tienden a igualarse. El mandato de “serás la esposa de”, “criarás a tus hijos, harás la comida y coserás pitucones” está demodé hace tiempo. El sueño de ser “ama de casa” ya da vergüencita a la mujer de hoy, y casi todas quieren desarrollar su vocación y accionar en el mundo laboral; “salir a cazar” para el sustento, y esas cuestiones que, durante siglos, le correspondieron más al hombre. Hasta ahí todo bien. ¿Pero qué pensarían de un varón cuyo sueño fuera “ser amo de casa y criar hijos”?


Hay varios síndromes femeninos que hoy el hombre ya tiene: la histeria, por ejemplo. Era jurisdicción exclusiva de ellas, y dejó de serlo: ellos también histeriquean, hace rato. Pero hay roles que parecen no cambiar. ¿Por qué suena raro que un varón (heterosexual) quiera encargarse a pleno del cuidado permanente de sus hijos, la casa, la ropa y la comida, en lugar de salir a la jungla laboral? ¿Seguirá por siempre siendo esto así? ¿Sostendrá la sociedad por mucho tiempo al resto de los mandatos de género? ¿Cuán femenino es cambiar un pañal o ir a la mercería? ¿Cuán masculino es salir a trabajar para pagar las cuentas?
Llegaremos a decir algún día: “detrás de toda gran mujer hay un gran hombre”?


La realidad es que, independientemente del positivo avance femenino sobre roles históricamente masculinos, es casi inconcebible que un varón desee ocupar roles de mujer sin ser tildado de homosexual. Si sabe coser, si sabe bordar, es una señorita de San Nicolás. Ningún macho que se precie de tal elegiría las tareas domésticas para su vida. (Aún si lo que gana la mujer alcanza, ninguno se queda del todo en casa. Suele disminuirlo frente a ella y la sociedad.)



Pero sí sucede a muchos varones que han sido padres, que la identidad genérica se les transforma. La paternidad es un factor clave, que los conecta con su lado femenino. El amor tierno, la empatía y delicadeza brotan junto al cuidado de los hijos, y a veces se desea internamente quedarse todo el tiempo con ellos; puede fantasearse con vivir consagrado a su crianza en lo cotidiano (como lo haría una madre.)


Pero los mandatos están para seguirse y el retobarse tiene su riesgo. Diversos estudios advierten los problemas de trastocar las tareas de cada sexo en el hogar. Investigaciones realizadasen Washington y Madrid, por ejemplo, sugieren que respetar el papel tradicional de cada sexo en la pareja, influye en la frecuencia de sus encuentros sexuales.  
“(…) De las  que participaron en el estudio, que en promedio tenían cinco relaciones al mes, se duplicó la cifra en las que el marido no cocinaba ni fregaba.”
“(…) En las parejas en que el hombre participa con más regularidad en las tareas consideradas del rol femenino, su número de relaciones sexuales es menor.”


¡Pero que no nos frene ese castigo del imaginario si queremos lavar los platos o cortar uñas!
Prestar atención a nuestro sexismo imperante ya es un avance: comencemos por no discriminar esta idea de un varón “Susanito”, que sueñe para su vida el rol que siempre le correspondió a la mujer.
Y cierta hembra exitosa, ambiciosa, trabajadora en su vocación, fálica, independiente y luchadora debería, porqué no, aceptar la opción de un macho amo de casa que la esperase con la comida humeante y los chicos bañados, para acurrucarse juntos preguntándose: “¿Cómo te fue, mi amor?..”




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