domingo, 17 de febrero de 2013

Nada


Llamo a mis hijos.

            - Hola chiquitín, qué estás haciendo?
            - Nada… (se oye la tele de fondo)
            - Estás viendo tele?
            - …
            - Ey…
            - Eh? Sí....
            - Y qué vas a hacer?
            - Eh?... No se… Nada…


Cuando uno es niño, no hacer nada, no lo hace sonrojarse.
Cuando se es grande, la inacción se asocia a la pachorra o la falta; no hacer nada puede ser motivo de vergüenza.
Incluso siendo millonario, uno debería estar “haciendo algo”.
Nadie contesta “nada” al“qué estás haciendo”. Se estila, por ejemplo, cuando te preguntan, inventarse una actividad porque queda mal que no hagamos nada. Como cuando te despierta el ring del teléfono y al atender te preguntan “¿dormías?” y contestás rápidamente “no, no”, mientras carraspeás para aclararte la voz. Da vergüenza dormir; fijate vos. También te hacés cargo de que el otro se sienta mal por interrumpirte el sueño: “ya me tenía que despertar”- lo exonerás.

Los actores estamos acostumbrados a no hacer nada; la carrera es grabar, filmar, actuar en teatro, lo que nos insume tiempos netos relativamente cortos. El teatro son dos horas por noche. Grabar una tira, sí, son muchas horas pero también tiene momentos de nada: es probable que aún con un buen personaje tengas varias escenas de apenas un par de minutos cada una; lo demás es esperar. Y eso dura un período; luego pasan extensos meses entre un trabajo y otro; el resto de la vida de un actor es llenarse la nada de algo. Y ante la pregunta “qué estás haciendo?” está vedado contestar “nada”. Hay que tener huevos para responder eso; por lo general dicen: “acabo de terminar de filmar” o “recién termino la tira” o “estoy en un proyecto, ya te vas a enterar; no lo voy a quemar…”

Aparece facebook en la vida de la gente, que de alguna manera es no hacer nada. O por lo menos, aparentemente, nada productivo. Por un lado exime a quienes ya vienen utilizando la red masturbatoriamente, (sin duda uno de los principales usos de Internet). Por otro lado tienta a cualquier hijo de vecino, (o padre), a dejar lo potencialmente productivo y boludear, fisgonear al resto, ver cuántos (como uno) están “sin hacer nada” y confirmar/se semejante a los demás.

La nada nos desagrada; la rechazamos atemorizados como una lepra contagiosa. A la mente no le gusta nada, la nada. Parece objetar la inacción y se molesta ante la actividad meramente intelectual. Como si pensar no fuera hacer algo.
Y escribir es pensar sobre el papel. A mí ya de chico me gustaba preguntar “qué estás pensando.” Tal vez ya lo consideraba como una actividad en sí mismo, y me agradaba charlar temas personales. Hobby que aún arrastro, y aquí estamos.


            - Bueno, bebé, dame con tu hermanita…
            - … Hola…
            - Hola hermosa, cómo estás? ¿Qué hiciste?
            - Nada…
            - ¿Cómo nada?… Y qué vas a hacer?


No hay ningún problema en no hacer nada. Sobre todo de niños.
Cuando sos grande podés vivir preso del apuro o la ansiedad de hacer algo. Algo que te haga trascender; algo extraordinario que te haga ir más allá de la alimentación y el hogar, algo más allá del principio del placer, que te aleje del vacío, que te cobije con títulos y certezas, que te salve y defienda a tus seres amados;  que permita que tus hijos estén allí, tranquilos, pachorrientos… Siendo niños; sin hacer nada. 




2 comentarios:

  1. Hola! Llegué acá después de escucharte un par de veces en el programa de Beto Casella. Me gusta como escribis, lo que contás. Me voy a seguir leyendo (mientras dure la Cadena Nacional). Marcela

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