lunes, 17 de mayo de 2010

El mosquito en el ascensor.

Hace relativamente poco que ocuparon ese nuevo lugar. No más de tres años, calculo, hace que la mayoría de los ascensores empezaron a llevar siempre algún mosquito. No está claro porqué. Pero sucede.

Esos nuevos e insufribles acompañantes; no llegan a picar pero lo obligan a uno a moverse alterado, y a batallar ridículamente como queriendo cachetear al hombre invisible.
Cruzan de un costado a otro, rebotando de espejo a espejo, de dicroica a dicroica, desesperados, en una contienda final. Si el viaje es corto, zafan. Si son muchos pisos y se encuentran con un obseso como yo, fenecen seguro.

Cuando subo y ya hay alguien, por lo general no se toca el tema.

Parece una boludez. De hecho, me siento un boludo planteando esto.
Pero realmente no entiendo porqué no pasaba antes. Es nuevo; no es un recuerdo añejo.

El calentamiento global, podría arriesgar, sin entender demasiado el tema.
El dengue, la propagación del insecto a nivel zonal que lo lleva a buscar nuevos horizontes invadiendo sitios no acostumbrados. Ese aumento de densidad de mosquito por metro cuadrado, (el ascensor es un obvio ejemplo de metro cuadrado), probablemente causada por grandes laboratorios para vender insecticidas (otra teoría conspirativa de corporaciones a las que suelo adherir), y otros argumentos podrían esbozarse, pero no me dejan tranquilo.
Las razones; el conocer porqué pasan las cosas, no ayudan a dejarlo a uno tranquilo. Sobre todo si se trata de mosquitos. Esas criaturas vinieron al mundo a eso; a no dejarnos tranquilos. El Señor los puso en la tierra con ese fin. (Probablemente ellos piensen lo mismo de nosotros, pero no pueden expresarlo públicamente ni en ningún blog).

Y hasta el día en que tal vez los edificios vengan con ascensores anti-mosquitos, habrá que seguir dándoles batalla como Goliat contra David.
(Y Goliat era un boludo, definitivamente.)