lunes, 24 de septiembre de 2012

Nota de El Argentino sobre infidelidad que cita "Todos los hombres son solteros" *


ELArgentino
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Nota de tapa
Curar al infiel
27-01-11 /  Aceptación, diálogo, distancia y perdón. Los nuevos “recuperadores de infidelidad” juran tener recetas prácticas y efectivas para salvar el matrimonio.

Por Cicco

San Martín lo hizo. El Padre de la Patria no sólo supo desenvainar el sable y liberar naciones. Además, se hizo tiempo para, en cada campaña, liberar mujeres de sus ropas, convertirse en amante ocasional y, en su condición de esposo, en infiel consuetudinario. Pero no hay que echarle todo el fardo por faltar a su palabra. No es el único prócer argentino con historia pecaminosa. En sus liquidaciones oficiales de viajes por Europa, Sarmiento solía destacar sus egresos en materia de orgías. “París: un café en el Moulin Rouge. Milán: dos ristrettos. Orgías. Roma: un retrato de su santidad. Gran orgía”, recuerda de memoria Federico Andahazi, quien tuvo a manos los diarios de gastos del presidente, como parte de una trilogía donde, literalmente, le baja los pantalones a la historia argentina —su último tomo, “Pecadores y pecadoras”, va desde el golpe del ‘30 a Cristina “K”. Por supuesto, en tiempos de San Martín y Sarmiento no se concebía la terapia de pareja. Además, nadie imaginaba que podía existir una subespecialidad como la “recuperación de infidelidades”, el último bote de una embarcación venida a pique llamada matrimonio. La disciplina tiene veinte años de historia. Y exhibe avances asombrosos.

Clientes no faltan: la infidelidad, hoy en día, es la principal causa de divorcios. Las estadísticas indican que, a nivel mundial, la mitad de los hombres se reconoce infiel, mientras que casi un 40 por ciento de las mujeres les sigue el tren. El engaño en la pareja no sólo produce ataques de ira, ansiedad y pozos depresivos. Para los terapeutas de pareja, es el escenario más difícil de remontar: lo resiste menos de la mitad de los matrimonios.

Y además, la “trampa” es más vieja que la Argentina. “Hay un título de La Nación que incluso sitúa a Sarmiento saliendo ebrio de una orgía. Es que la palabra que sintetiza la sexualidad de los argentinos es ‘hipocresía’. Y la infidelidad es una de sus caras”, insiste Andahazi. “Nunca se puso en entredicho el tendal de amantes, incluyendo una espía, que dejó San Martín en la campaña del Alto Perú”.

En verdad, la historia de San Martín no acabó bien. Mientras el santo de la espada cumplía el mandato patriótico y convertía sus hazañas en bronce, puertas adentro, su esposa Remedios de Escalada lo engañaba con Ramiro y Murillo, dos oficiales. No sólo eso: tenía amoríos simultáneamente con ambos y, por si fuera poco, con una enfermedad galopante que le impedía, quizás, sumar más amantes a la lista. En una carta dolorida a un amigo, San Martín dejó asentado que “nació para ser cornudo”. El general, humillado y vengado, decretó la separación. Ramiro y Murillo fueron presos, rapados y desterrados. Tras la traición, no hubo vuelta atrás. Hoy podría haberla.

En estados unidos, la psicóloga Kristina Gordon, de la Universidad de Carolina del Norte, investiga desde 1992 el tema del perdón y la infidelidad, y es uno de los referentes en la materia. Ella buscaba sin suerte ayudar a una pareja en crisis, mientras se preguntaba por qué las tradicionales terapias cognitivas de pareja no parecían funcionar. “Descubrí que ellos habían experimentado una infidelidad en los primeros años de matrimonio, y eso había destruido la confianza entre cada uno”, recuerda Gordon a Newsweek. “Se había estudiado muy poco en psicología sobre cómo ayudar a las parejas a perdonarse, así que empecé a investigar por mi cuenta”.

Gordon elaboró entonces un manual de emergencia de recuperación de infidelidades —en seis meses, dice, se puede cicatrizar heridas—, y un libro de asistencia a terapeutas para aprender a aplicar sus técnicas. A las parejas que la visitan a su consultorio, les exige tres reglas de oro: 1) No esconder el tema bajo la alfombra. 2) Ser cuidadosos de con quién hablan del tema. Y 3) Poner límites para que el affaire de su pareja no se entrometa en sus vidas.

“Yo propongo a las parejas que hablen del tema sin usar un discurso autodefensivo y que traten de entender en profundidad por qué ocurrió la infidelidad para ayudar a que no vuelva a suceder. Una traición puede volverse un trauma si se la ignora —advierte Gordon—, y tener un impacto tremendo en los matrimonios a largo plazo”.

Un año atrás, Marsha Rozalski inauguró en Ohio el Centro para la Recuperación de Infidelidades. Víctima de la infidelidad de su esposo, Rozalski cuenta que pudo “capear” la tormenta. Y ahora, asesora a parejas engañadas y presta asistencia en su camino de regreso a casa. “Yo estuve ahí donde ustedes están ahora. Yo entiendo”, dice a sus clientes. “Cuando hablo con matrimonios, les insisto en lo importante que es ser completamente francos con el otro y no ocultar nada por temor a dañar al otro”, agrega Rozalski en un post de su sitio, donde ofrece coaching privado, foros de víctimas, tips para detectar engaños y su programa de 90 días para superar el mal trago. “La única forma comprobada de recuperar un matrimonio es a través de un comportamiento honesto comprobable y total honestidad durante un tiempo. Y, por otra parte, disolver todo vínculo con la tercera persona en discordia. Esto es decisivo”.

Un estudio de Annette Kreuz, terapeuta de pareja y familia de Valencia, España, determina que la mitad de las parejas que sufren una infidelidad no pasa la prueba. “La posibilidad de ser engañado/a es un tema de alto voltaje emocional, porque amenaza a la pareja en su misma base. En España, la fidelidad se considera imprescindible en mas del 75 por ciento de los encuestados, y deseable en más del 90 por ciento”, cuenta Kreuz a Newsweek. Sin embargo, añade que la probabilidad de que alguien sea infiel es alta después de estar comprometido en una relación por más de 7 años: a más del 70 por ciento le gustaría probar estar con otra persona si se le asegurara que se mantendrá el secreto y no tendrá consecuencias. “El deseo no entiende de normas sociales”, resume.

A la hora de recuperar a una pareja dolida en su amor propio, la experta propone un trabajo de hormiga. Hay que fortalecer lo que tiene de bueno la relación matrimonial, reparar las heridas y deficiencias que originaron o sostuvieron el affaire, reconocer el daño causado, trabajar sobre el restablecimiento de la confianza, y pedir y conceder perdón. “En el tratamiento hay que abordar todos los condicionantes, y eso incluye aquellos aspectos de la pareja que facilitan o toleran la vulnerabilidad para aventuras o relaciones paralelas”, indica.
Lara M., redactora publicitaria, sabe del engaño y el perdón mejor que nadie. Cuatro años de noviazgo y seis de matrimonio. Dos hijos inmaculados —gemelos— entonces de 5 años. Pero nadie tiene la historia de amor comprada. Su marido, empresario de la industria alimentaria, la engañaba con su personal trainer. A siete años de aquello, Lara ríe: “Todas las mujeres engañan a sus maridos con el personal trainer, a mí me tocó al revés: el mío me engañó con la suya”. Pasó todas las etapas de manual: se preguntó por qué a ella, si todo iba tan bien. Se enojó tanto que pensó en dejar a su marido en la ruina y no permitirle ver más a sus hijos. Y luego dio un vuelco que salvó su pareja. “Yo había contratado a un detective, estaba dispuesta a todo”, dice Lara. (En la Argentina hay, se estima, 500 agencias de cazadores de infidelidades, que en los últimos años duplicaron su número de clientes). “Tenía todas las pruebas para dejarlo en la calle”. Su psicóloga le habló de una de las palabras más recurrentes en las terapias de recuperación de infidelidades: el perdón. “Ella me dijo que el perdón traería nuevamente la confianza”, recuerda. “Y tenía razón”.

Lara no sólo perdonó. Su marido lloró y clamó por una segunda oportunidad. Y, además, hizo lo que todo esposo en vías de recuperación haría: le compró bolsas y bolsas de ropa y la llevó a las playas de Uruguay a restablecer el fuego en la pareja. “No sabés la plata que se gastó”, dice Lara. “Me demostró que me amaba. Sufrió mucho y se le notaba”. Pero ¿y qué hay ahora de la confianza? ¿Se puede volver a la vida en pareja después de una traición? Lara es firme pero cautelosa: “Sé que estamos expuestos, pero tengo confianza. Puede volver a pasar, pero creo que, antes de hacerlo, esta vez él lo va a pensar muchas veces”.

Conocida en radio como Doctora Amor, licenciada en letras, dramaturga y guionista de “Lalola”, Esther Feldman es autora de dos libros vitales (“Amados y amantes” y “Rupturas”) en los que, entre otras cosas, reflexiona sobre por qué el amor, muchas veces, no triunfa como en las películas. “La fidelidad parece no ser innata en el ser humano”, sentencia Feldman. “Es una condición más social que orgánica. No es constitutiva de nuestra raza. Tiempo atrás, cuando la pareja se proponía fidelidad para toda la vida, la vida era más corta. A los 45 ya eran ancianos y sus deseos sexuales eran los que hoy tiene una persona de 80. Hoy se habla de la cuarta edad, es decir, uno de 60 no es considerado viejo. La cantidad de años que propone la fidelidad parece una montaña muy difícil de atravesar”.

Feldman es de la idea de que las mujeres son más abiertas al perdón, por razones genéricas. “La fidelidad está unida a la herida narcisista y las mujeres estamos más acostumbradas a bancarnos las heridas narcisistas en el trabajo, en la casa, en la calle”, afirma. “Al varón esto no le sucede.

Muchos hombres se mueren por perdonar una infidelidad, pero te dicen: ‘Ya se enteraron todos mis amigos, quedo como un boludo si vuelvo’. El qué dirán para los hombres es mucho más importante en relación con el engaño que para las mujeres”.

Pablo Novak, actor, músico y autor ponzoñoso, lanzó “Todos los hombres son solteros”*, un libro que le valió la enemistad de miles de mujeres —aún así dice que el 70 por ciento de ellas se siente identificado con su obra—. Hoy tiene más de mil seguidores en Facebook. De las nueve historias que narra, ocho tratan de infidelidades. “El hombre necesita fantasear con otras mujeres para poder estar en pareja, eso es lo que ellas no entienden, y eso no significa infidelidad. La necesidad del hombre es puramente visual”, reconoce Novak, un defensor del matrimonio, aún cuando el suyo, de 12 años con la actriz Andrea Campbell, con quien tuvo dos hijos, acaba de disolverse. “El hombre elige no ser infiel por todo lo que tiene para perder. Pero las mujeres no quieren saber cómo pensamos los varones, y ese malentendido causa muchas rupturas”. 


Felisa R., madre de tres hijos y profesora de Lengua, siente que hizo todo para superar ese supuesto malentendido. Incluso, tal como le insistía su marido, para dar rienda suelta a su imaginación aceptó acompañarlo a clubes de intercambio de pareja. “Me banqué hasta verlo con otras mujeres y él me veía a mí con otros hombres, pero teníamos reglas”, recuerda Felisa. En la pareja, si bien estaba permitida la infidelidad consentida, había un precepto inquebrantable: no “cortarse” solos. Una cosa es experimentar juntos nuevos juegos sexuales, pero que el otro lo hiciera por su cuenta significaba una traición. “Un día llegó con perfume de mujer, y su explicación me pareció una falta de respeto. Otro día, llegó con los calzoncillos puestos al revés. Ese día lo eché de casa”, cuenta, aún dolida. El esposo buscó el perdón. Dijo que pondría fin a sus correrías.

Pero Felisa se mantuvo firme. “Mi analista estuvo de acuerdo conmigo”, dice. “Yo había dado todo, superé todo límite y, aún así, no le alcanzó. No era el hombre para mí. Y descubrí que no estaba interesada en recuperar la pareja”.

Valeria Schapira, periodista y consultora sentimental, se interrogó sobre por qué de la docena de historias de amor más fuertes que había vivido, había fracaso en todas. Para eso, interrogó a sus ex y escribió un libro a puertas abiertas: “Los muertos de mi placard”. “Si el hombre tuvo un desliz, lo mejor que puede hacer es callarse”, dice hoy Schapira, curada de espanto. “Si la mujer es infiel, es infiel con el corazón. El hombre no necesariamente se compromete con los sentimientos cuando traiciona a su esposa. Yo estuve cuatro años casada. Es difícil mantener una pareja. Es como si comés pollo con ensalada todos los días, uno se cansa. Y los que tenemos un intelecto complejo necesitamos adrenalina. Ahora te digo: soy de las que creen que cuando hay una infidelidad nada vuelve a ser igual. Cuando la cosa se rompió, queda pegoteada como jarrón y se notan las marcas.

No conozco a ninguna pareja que no haya tenido un amante. No importa que las mujeres digan que perdonan a sus esposos. Tarde o temprano, le van a pasar la factura. Es parte de la genética femenina”.
En la política de estados unidos, las infidelidades son cuestiones de Estado. Bill Clinton pecó con una becaria y recibió el perdón de Hillary (años más tarde, ella dijo que fue por amor y por su fe en Dios). Silda Wall Spitzer también parece haber exculpado la aventura con una prostituta de su marido, el ex gobernador de Nueva Jersey Eliot Spitzer. En cambio, Jenny Sanford pidió el divorcio del gobernador de Carolina del Sur, Mark Sanford, después de descubrirse en 2009 la escapada con su amante argentina.

Las circunstancias y destinos son diferentes, ¿pero se puede desarmar la infidelidad a un nivel más profundo? Agustín Ibáñez, investigador del CONICET y director del laboratorio de Psicología Experimental y Neurociencias de INECO, se dedicó a rastrear qué faltaba —o qué sobraba— en el cerebro de aquellas que personas que no pueden sostener la idea de “hasta que la muerte los separe”. La respuesta es críptica: el VNTR y el DRD4. “Existe una mutación genética, conocida como polimorfismo VNTR, que afecta ciertos receptores dopaminérgicos humanos (DRD4) e impacta en la conducta sexual, especialmente en la promiscuidad y la infidelidad”, dice. Diferencias en neurotransmisores y hormonas, como la dopamina y la testosterona, también explicarían en ciertas diferencias de género en conducta sexual. Ibáñez, junto con otros colegas, también afirma que una pareja fiel suele dar, como resultado, una pareja saludable y con mayores expectativas de vida. “No es la fidelidad per se”, aclara a Newsweek. “Se trata del desarrollo de vínculos estables: reducen el estrés, disminuyen el riesgo de enfermedades cardíacas y promueven múltiples procesos cerebrales positivos”.

El doctor en Biología Diego Golombek, investigador de la Universidad Nacional de Quilmes y divulgador científico, escribió “Sexo, drogas y biología”, donde analiza el comportamiento primate que todos llevamos dentro y cuenta por qué al varón le tienta más la infidelidad. “La actividad sexual del macho, en particular la fertilización de la hembra, cuesta menos en tiempo y energía que lo que le toca a ellas, así, en general los machos tendrían más posibilidades de andar apareándose por ahí”, compara. “Si el macho se aparea con más hembras, seguramente tendrá más descendencia. Aún así, existen muchos ejemplos en la naturaleza que muestran que las hembras tienen diversas estrategias para elegir”. Para Golombek, sin embargo, no hay que culpar al instinto por nuestros pecados. “Si bien podemos encontrar bases biológicas para nuestra infidelidad —advierte—, no hay que olvidar que no somos sólo lo que traemos ‘de fábrica’, sino también lo que hacemos con ello”. Que exista una relación entre el DRD4 y la tendencia a ser infiel, agrega, no “obliga” a que lo seamos.

Después de que tres amigas se derrumbaron tras sufrir episodios de infidelidad, la escritora, periodista y politóloga Janick De Oliveira Cézar (nacida en la Argentina pero educada en Francia) investigó la materia. Entrevistó a medio centenar de infieles, engañados/as, psicólogos y médicos. Y concluyó que muchos matrimonios se pueden salvar (y vale la pena intentarlo) después de un affaire ocasional. “Es cierto: el engaño no se olvida y queda impreso en el corazón y la mente como la yerra en las vacas”, dice a Newsweek la autora de “Infidelidad”. “Pero después de la furia, y si se sigue determinados pasos, se vuelve a enfocar la realidad: [el infiel] no es un monstruo ni un asesino serial. Es humano. Tiene sus defectos. Y se equivocó”.


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1 comentario:

  1. Que indo estabas el sábado en clásica! la avenida de lostilos - luciana(2)

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