miércoles, 11 de enero de 2012

Intenciones eran las de antes *



Existe hoy un desparpajo oficializado en el manejo de las relaciones. Antes era para ofenderse si alguien te decía “ya te llamo” y no lo hacía más. Ahora es costumbre. “Te llamo en cinco” y “el lunes nos juntamos” circulan, se multiplican como incontables partículas, como promesas sobre el bidet. Mensajes de texto, mails, abrazos fugaces en encuentros apurados, respuestas vacías que aumentan nuestro escepticismo.

“Te llamo en cinco”
... minutos, años o siglos?


Es sano entender y asumir los cambios. Ya no funciona lo de “la intención es lo que vale”. Es cada vez más frecuente esperar cosas de bienintencionados, que no llegan. Y no hay que esperar nada de nadie. “Solo es feliz quien nada espera”, “el que espera desespera”, y el que es pera nunca será uva.

Yo mismo, también a veces mando fruta: “Tengo que ir a ver tu obra”; “Almorcemos un día de estos”; “Tenemos que hacer radio juntos”; “Que no pase del lunes”; “Nos debemos ese café desde 2003”… Bullshit. Después no pasa nada, aún con las mejores intenciones.

La era facebookeana, por ejemplo, reunió voluntades con bastante falta de voluntad. Siempre estamos a punto de vernos con los “amigos” y la intención queda flotando en el ciberespacio. Lo virtual no es virtuoso; no traspasa la especulación; siempre hay “algo más importante que hacer”.


Diana Cohen Agrest en su libro Inteligencia Ética dice: “En cualquier caso, la espera es la interrupción del propio tiempo vital, [...] Si espero a alguien el otro me tiene en su poder, abusa de mí, me somete. Roba mi tiempo y estoy a su merced”.


También es cierto que la gente que llega a lugares de poder es la más propensa a la mentira. Deben tomar cursos de liderazgo donde aprenden la sanata como modelo de gestión. Sus coaches deben tirarles frases del tipo: “Diga sí, aunque quiera decir no”; “Nunca rechace a nadie; (para eso contrate un asistente)”, o incluso: “Entusiasme siempre a los otros”. En mi trabajo, me cruzo mucho con esos moluscos que generan grandes expectativas, me apabullan con desaforadas intenciones de gardelizarme y luego desaparecen clavándome en salas de espera junto a grillos y revistas con ellos en la tapa.

Y las salas de espera son horribles, porque la espera es horrible. Una cosa es el médico (también detestable) que te da cita y te atiende horas más tarde, cuando la barba ya te creció varios milímetros, pero te atiende, finalmente. Otra es quien te deja esperando indefinidamente. Pero allá él; y acá nosotros. A relajarse; no es personal. El camino de la ofensa no le hace bien a nadie; no nos ofendamos en el juego de las relaciones: hay que aceptar, entender las nuevas reglas y seguir jugando.

Tal vez les agradamos de veras, y en el momento creen todo lo que dicen, pero después se cuelgan viendo Dr. House y se olvidan hasta que nos vuelven a encontrar en la cola de un aeropuerto y nos vuelven a abrazar con rauda simpatía.


Pero con intención de rematar el tema de la intención, digo: vivamos el presente. Eso soluciona todo. Si de verdad vivimos en el presente, el futuro es nada; no esperamos nada, y la única intención es la nuestra, con la que no hace falta boquear. No hace falta contársela a nadie. Cada uno con la suya, y se verá. Posiblemente queramos que algo o alguien entre en nuestro mundo material; esa es nuestra intención. ¿Para qué contarla?


* Esto no lo escribí del todo yo; fue tal vez una parte mía que estaba ofendida.
Después te llamo y te explico.
(Esperame).

8 comentarios:

  1. Genial Pablo. Un espejo de lo que yo pienso pero no tengo tu habilidad para ponerlo en palabras. Yo también siempre pienso, cuando me dicen "te llamo en cinco" si serán minutos, horas o días. Me costó entender que es una frase hecha, como los "TKM" después de un SMS que te manda un conocido con el que nunca lloraste sobre su hombro. En fin, habrá que acostumbrarse. Pero nunca tolerar la mentira.

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    1. gracias Carne de Diván, cómo me gusta que estemos de acuerdo!

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  2. Confieso entonces no ser tan posmoderna. Si digo te llamo, te llamo. Si digo nos vemos, entonces por lo menos haré lo posible para vernos. Pero sobre este y otros temas vinculados con lo efímero, el consumo, el hiperindividualismo, la hipermodernidad, el hedonismo, etc. te recomiendo mucho leer al sociólogo francés Gilles Lipovetsky, si no lo hiciste aún, sobre todo su libro "La era del vacío".
    Un abrazo Pablo. Y no te propongo llamarte ni vernos a tomar un café por las dudas.... a ver si no cumplo! ;)

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    1. Hola Paula! Yo también cumplo cuando digo te llamo. (Quizá por eso lo digo tan poco...) Sí, lo conozco a Lipovetsky; paraba en Canning y Corrientes. Voy a hacerte caso. Gracias por estar ahí.

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  3. Hola Pablo, muy buen punto de vista, odio que no se cumpla con el "te llamo"... será la antigüedad??? o sea la edad?? lo de las salas de espera, LAS DETESTO !!! porque A NADIE LE GUSTA ESPERAR y menos si estás enfermo o tenés a alguien querido en esa situación ... realmente es exasperante.
    Muy buena nota muy buenas tus palabras como siempre. Saludos desde San Luis Roxana

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  4. Ufa habia escrito un monton sobre lo que me produjo ese articulo, me llevaste un par de anios para atras, lo perdi... simplemente me encanto, muy cierto gracias por tu perspectiva y por conceder este espacio, saludos Tamara

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  5. La gente espera demasiado de la gente. La gente espera que alguien venga a resolverle la vida y esperan y esperan. Y convierten su (valiosísima) existencia en un río de desesperación. Quizá todo radique en que los humanos, a medida que nos individualizamos, tendemos a echar más de menos todavía.
    Antes no se llamaba tanto. Yo por lo menos recibía llamadas al fijo los sábados por la tarde, nada más.

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    1. Cada uno es responsable de su propia vida, bastante carga le cae al otro (pareja, amigo o lo q sea) si le hacemos responsable de la nuestra.

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