Los pasajeros de un avión se dividen entre los que aplauden cuando aterriza y los que no.
Dentro del grupo de los que aplaude, están los que lo hacen tímidamente, tal vez sometidos por el entusiasmo de los que arrancan el aplauso. Esos; los que lo arrancan, son bien particulares.
Suelen también aplaudir en el cine cuando termina una película; aún a sabiendas de que ningún actor o integrante de la misma jamás oirá su aclamación.
Son seres extrovertidos, algo histéricos, que hablan fuerte en cualquier circunstancia y te destrozan la mano al saludarte.
En el mejor de los casos serán buenos locutores de AM, afables canillitas, confiables remiseros o personal de seguridad, excelentes asadores. En el peor, unos plomos insoportables.
No tienen censura y eso en un grado es bueno.
La sociedad necesita de ellos. Pero no en un porcentaje mayor al 12 %.
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