Normalmente
usamos metáforas de naipes para describir situaciones. “Tiene un as en la manga”,
“poner las cartas sobre la mesa”, “barajar y dar de nuevo” o “es un cuatro de
copas” tienen mucha salida. ¿Por qué no sumar la parábola del maldón, para referir a situaciones en las que no nos
vemos favorecidos, y quisiéramos corregir?
En el juego del truco, se propone como salvoconducto ante un ligue paupérrimo.
Te tocan dos cuatros y un cinco por ejemplo, y tirando las cartas gritás “maldón”,
entonces se reparte de nuevo. Obviamente, no siempre se acepta
y suele generar suspicacias. ¿Por qué, el hecho de recibir todas las cartas de menor valor nos
habilitaría a poder cambiarlas?... De onda. Se desconoce el origen de esa chantada
pero se acostumbra a esgrimirla de vez en cuando, y vale. Argentinamente.
Si en la
vida pudiéramos, cantaríamos maldón ante un sueldo bajo, un lunes negro, un
amor malogrado, una mala noticia.
Y estaría
bueno. Que la palabra dicha generara cambios concretos; que la apócrifa pero
simpática regla valiera en la vida cotidiana.
-Nos
presentan una mina que además de ser fea es mala y tiene mal aliento: maldón!
– y mandan otra en su reemplazo. Ponele.
¿Ante qué
cosas cantarías maldón? ¿Quién te reparte las cartas? ¿Quién es el pie, en el truco de tu vida? ¿Dios? ¿Vos mismo?
Te la dejo
picando, y en esta mano paso. Por un rato me voy al mazo.