Mi amiga Daniela, describiendo el rechazo que le generaba al acercarse un
conocido en común, replanteó un tema siempre vigente:
¿hay que avisarle o no, a la gente que tiene mal aliento?
Yo nunca me animé a decírselo a quien lo tenía. Alguna que
otra vez a un amigo le habré soltado un “…
mmm, qué comiste?” para tantear si reparaba en su picantez bucal. Pero al que tiene mal aliento suele
acompañarlo una disfunción sensorial por la cual jamás se da por enterado. Rechaza
cuanto chicle Beldent se le ofrece, e incluso, ignorando completamente su hedor
cloacal le habla bien de cerca a quien quiera escucharlo (y olerlo).
Es lamentable que al aliento y a los olores no se les de la
importancia que tienen. Te van a presentar a alguien
y reparás en cómo luce, a qué se dedica y qué auto maneja. El “cómo huele” lo
dejás para la 3ra salida, siendo en
realidad lo que anula o habilita todas sus demás cualidades. Un olor mal puesto en posibles zonas de
intercambio, asesina relaciones, y es una pena. Me ha pasado de estar con
chicas que eran hermosísimas, inteligentes, cálidas y honradas, pero que a la hora de los bifes -uff- daban ganas
de convocar a manifestantes de Greenpeace por el impacto ambiental. Pienso que
quizás nadie les avisó; no hubo en su vida una madre atinada, una hermana
referente, no hubo un bidet amigo.
Los motivos que nos hacen salir corriendo pueden ser bien
diversos. La foto de la madre, el oficio del padre, una mascota agresiva, una
posición política, gustos exóticos, un hobby homicida. Cualquier cosa. Un dedo
martillo. Un tweet desagradable. Hay rechazos por errores de ortografía (no para
todo el mundo, pero sucede.)
Es que a veces el estilo arruina el contenido.
La cantidad de amiguitas-gatúbela que tiene un tipo en
facebook puede desilusionar a una dama. Un clásico, en nuestros días.
O aquél caballero alto, musculoso y tan varonil que arruina
todo con su timbre de voz: habla como si hubiera aspirado helio.
Los “me la seca” femeninos, los “me la baja” masculinos… están
a la orden del día.
No abonemos a ellos con evitables descuidos aromáticos.
El sabor del encuentro
“El ph de su saliva”,
como decía Cerati, también es fundamental. Hay algo que hace que conectemos con
el otro, que tiene que ver con el lengua + lengua. Es lo que termina de armar
una pareja. Y no son detalles menores; los cinco sentidos resuelven un todo en
el enamoramiento. Así como un bocadillo desubicado puede ahuyentarnos al oírlo,
un ph hostil a nuestra lengua nos conduce a sentir que la persona no es la
indicada.
El tacto tal vez sea el menos importante de los sentidos. Más
allá del “con fulanito tenemos piel”, no suele revestir conflicto alguno. Nunca
escuché de alguien que cortara con otro porque tocaba algo rasposo en sus codos,
o por el sudor de sus manos.
Por lo tanto, podríamos concluir, los sentidos, como cruciales electores de pareja, pueden disponerse así:
1-
vista, 2-
oído, 3- olfato, 4- gusto, 5- tacto.
Puede alguien parecernos hermoso al verlo (1), al escucharlo
(2) puede resultarnos un genio, pero si tiene olor a pata (3) huiremos de él, o
seguiremos la relación sólo online.
Yo, por ejemplo, puedo enturbiar la vista o bajar la luz y
hasta cortar el audio ante una eventual calentura con una señorita que me
excita. Pero la hediondez me resulta inremable.
El mal olor no puedo
pilotearlo.
Tal vez sea una manía personal, exagerada, que no comparta conmigo
el común de la gente. Se que hay quienes prefieren los aromas que llaman
“naturales” de ciertas zonas. No comparto. Para mi el aseo es fundamental y deben
cuidarse especialmente las áreas a degustar.
Porque “billetera” matará galán, pero
“baranda”, definitivamente mata galán, mata heroína, mata billetera, mata todo.
No logro entender los noviazgos a distancia, los
enamoramientos vía chat, etcétera. ¡Hasta que no huela todos sus recovecos,
nada será real!
También se ven parejas que uno supone, habiendo olfateado a
un integrante, que conviven respirando por la boca o colocándose barbijos a
ciertas horas.
Ojalá sirva esto para una toma de conciencia. Nadie va a
avisarte nada, ahí afuera. Así que ojo; prestá atención. Que la boca no se te haga a un lado. Es
tu socia en la vida de relación. A mantenerla inmaculada.
A la boca y, porqué no también, a sus demás sucursales.