Hacerlo a conciencia, hasta cansarse. Hasta decirse en el espejo: “uh, otra vez vos”… “cuándo vas a traer a alguien más?”
De a poco empezar a buscar. De a poco, dije. Bajate de ahí.
Sin desesperar; sin caer en la tontería de gustar de alguien demasiado imposible. Descartemos Hollywood. Están en otra cosa. Descartemos lejanías físicas, obviemos gente casada. O demasiado conocida. A alguien nuevo le prende más el revoque.
Porque de eso se trata. Va a haber que enduir y corregir imperfecciones, y/o taparlas a nuestra vista cuando aparezca ese alguien en quien construir un amor.
Hay quienes construyen sobre agua y pretenden permanecer a flote. Se quedan pataleando o sacan el líquido con tarritos para no hundirse.
Y la idea es plantarse sobre bases sólidas para no caerse. Al menos enseguida.
De arranque es conveniente buscarse a alguien parecido a uno. Hasta físicamente, si se quiere. Esa persona quien nos gustaría ser si fuéramos del otro sexo. Ese en quien nos proyectamos. Castaño como nosotros, chino como nosotros, gordo como nosotros. Las mejores parejas siempre tienen algo en común, hasta físicamente. Desde sutilezas hasta el extremo de parecer hermanos. O en menor medida su contrario: el alto y la petisa. El viejo y la pendeja. Nunca un término medio. O nos buscamos una IGUAL a mamá, o una completamente opuesta; (lo que de algún modo es lo mismo).
Pigmalión creó su obra inspirado en la perfección y cayó en sus brazos como ante algo vivo, nuevo y ajeno. Pero lo había hecho él mismo. Como por arte de magia (o de Afrodita) pudo esposarse con su obra, convertida en humana.
Así construimos lo que queremos antes de que nos sea dado.
Buscamos un pattern.
No le creo a “yo no buscaba a nadie y te vi”.
Seguro que antes había buscado, desencantado; se había arrastrado por amores fallidos; había recorrido las noches buscando en vano migajas de cariño o ventanas de apego en casas equivocadas. La vio, sí, pero ella también lo vio. Alcoyana-alcoyana. No es sencillo coincidir en un mundo tan heterogéneo. No llega a ser una aguja en un pajar, pero sí en un costurero bastante grande.
Pero no hay que llegar allí idealizando. Ya estamos grandes. Si la idea es superarse, hay que corregir, crecer, saber que el enamoramiento, si bien es casi indispensable al principio, no se sostiene por años. El metejón es corto. Mucho, mucho después se comienza a amar. Ahí se ve si nuestra construcción resiste, o si su ingeniero se recibió con Blumberg.
Con los materiales ya en frío, ahí es cuando se ven los pingos.
Amar también incluye seguir eligiéndose, más allá de lo sexual. Amar es querer permanecer juntos aún cuando no se sienten más las ganas de chuparle nada al otro.
Tal vez eso sea más amar; algo más loable que lo meramente sexual. Amar a Lola Ponce a los 27, qué vivo. Eso no es amar a Lola Ponce. Esperame que te la traigo a los 82, a ver qué capacidad amatoria ostentás.
Varón y mujer buscan supervivencia, se supone. Animalmente hablando, él busca la hembra alfa con buenas tetas y caderas para reproducción, y ella busca un macho dominante con buena espalda para cazar (o buenas armas o mejor aún, una abultada cuenta offshore). O un combinado de ambas: ella quiere al deportista millonario. Amar a Martín Palermo, a Forlán. Qué fácil... Traele a la Oveja Telch.
Yo creo que amar-amar es trascender todo eso. Amar, es en las buenas y en las malas.
O al menos debería serlo. Esa gente que puede ser rica y luego pobre y luego de nuevo rica y el amor a su pareja sigue igual. Parejo, justamente.
Debe haber muy pocos casos en que se da eso.
Porque las habrá de amor perenne. Que soportan embates económicos o bajas dentales. Pero hay parejas que ya no se quieren y por ahí tienen sexo. Otras que se quieren y no tienen. O hay que ni se quieren ni tienen sexo, pero siguen juntos "por los hijos".
O las que siguen juntos mientras buscan afuera. La globalización también modificó relaciones: como quien trabaja en una pero se la pasa curioseandeo con qué otras compañías pueden quererlo entre sus filas; esas parejas parecen tener contratos temporarios renovables.
“Ten tus ojos bien abiertos antes del matrimonio; y medio cerrados después de él”, decía Franklin, y andá a discutirlo.
Ojos bien abiertos cuando te lances a buscar. Ojos entrecerrados cuando pasen muchos, muchísimos años de amor.
Ojos bien abiertos antes de la relación.
Ojos entrecerrados si sos oriental.
En la construcción del amor, ambos deben encontrarse buscando algo similar.
Y brego por anular imposturas, en el período de seducción. Una cosa es subrayar afinidades, otra es ocultar/se diferencias que a la larga saltarán al cuello de la concordancia.
Buscar sin desesperarse, atento a las señales. Las positivas y las negativas.
No poner demasiado revoque, y mucho menos al principio.
Después, no nos va a quedar otra que andar maquillando aquí y allá.
No debe ser fácil vivir a cara lavada hasta el final.
El amor es una construcción, sí. Que a veces se viene abajo.
Algunos construyen enseguida sobre las ruinas. Otros las dejan años, como museos de viejos amores al aire libre, con visitas guiadas (por ellos mismos).
A veces los nuevos visitantes descubren una florcita en el cemento.