lunes, 23 de julio de 2012

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“… Llegué el Viernes de México, y en el viaje, en las horas de avión, pude leer tu libro. La verdad, me pareció EXCELENTE. Pocas veces me paso de reírme a carcajadas y no poder parar, pero no recuerdo que me haya pasado nunca con un libro! Mis sinceras felicitaciones.

Ahora, no pensaste en convertir los cuentos en un espectáculo?”


Lic. Diego A. Kaplan
Director Focus Media S.A.



“… tu libro… Bravo, bravo, bravo!! Tus cuentos surtieron en mí el mismo efecto que "El secreto de sus ojos", o sea muchas risas y una pizca de sana nostalgia por el castellano de mi tierra. Después de más de una década de vivir en otra lengua no hay nada que me dé mas placer que "escuchar" la poesía del chamullo porteño tan bien escrita.” “… Tus textos son excelentes ejemplos de una forma única de decir la vida de todos los días y sobre todo de hablar la lengua de la seducción. No por nada los Argentinos tienen fama de rompe-corazones profesionales y varias amigas parisinas han creído encontrar en esta ciudad el santo grial del macho perfecto (sentimiento de duración variable según los casos, pero es otro tema).

“… Los diálogos de tus historias me parecieron especialmente buenísimos justamente porque logran restituir eso de manera sumamente vivaz y precisa. También me pareció fantástica tu manera de abordar un tema que es obviamente universal…”

Victoria Zorraquin

Periodista y camarógrafa para la tv francesa y freelance






miércoles, 18 de julio de 2012

Lo que comemos

Somos lo que comemos Qué me quieren decir?
¿Acaso me vieron cara de corvina a la vasca?...


Ya sé, hay que alimentarse bien, y es sano por ejemplo comer brócoli.










Aunque no le sienta bien al prójimo… Y es probable que huya cuando te sienta.

- Qué es de la vida de Alfredo?... Lo dejó la mujer. Mucho brócoli…



























En fin. El punto es: Las cosas que hacen mal suelen ser las más ricas.
Y en ese círculo vicioso se debate la humanidad. Aclaremos: la humanidad de clase media para arriba. Porque la frase somos lo que comemos es un planteo de las acomodadas. Las clases bajas se plantean más bien: - “¿Lo qué, comemos?...”



Y no me digas que el dulce de leche de Freddo, una provoleta, o  el pollo frito, no son deleites de los sentidos...




Aunque sí, claro, averguenza. A mi me da vergüenza mi alimentación.
Se que me estoy debiendo muchas frutas y verduras; quisiera comer más pero me cuelgo. Me emploma hacer la colita en el súper para pesar las verduras, y andar despegando las bolsitas que para que resbalen debés lamerte los dedos, sucios de tocar mercadería y llevar el carro que antes llevaron tantos. Todo ese trámite hace que siga de largo del sector verdulería y que mi ingesta vegetariana mensual dependa de algún salad bar de restaurante, o de eventuales visitas a esas señoras oriundas de Bolivia que ofrecen su frutamen en ciertas veredas. Algunas poseen balancitas de dudosa precisión, y enormes monederos de colores. Hacen como que te pesan la fruta para que te sientas satisfecho, cosa que ocurre a medias.



Sostienen la balanza con una mano y con la otra cuelgan un instante la bolsita con tus 2 manzanas que milagrosamente ya constituyen un kilo. Como hay gente esperando, te hacés cargo y elegís algo más en un trámite que te lleva unos 39 segundos, y te cuesta unos 52 pesos. Saladito; pero bueno, no despegaste bolsitas y además contribuiste al apoyo entre pueblos hermanos del Mercosur.


Pero después, al comer vegetales...


... te sentís sano y te amigás con el mundo espiritual durante un par de días. Es como encarar un libro después de ver mucha tele; como almorzar con tu madre después de mucho sexo.

Y a eso deben referirse también con somos lo que comemos. Al sexo.
“El pez por la boca muere”, “Dime con quién andas…”, o “Quien mal anda mal acaba”; (connotación sexual directa), todos refranes que aluden a cosas similares.
No por nada, alineando sexo con alimentación, hoy se usa preguntar:
¿a quién te estás comiendo?...”

Puedo contestar eso; pero no me preguntes lo que como porque me da vergüenza.

martes, 17 de julio de 2012



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jueves, 5 de julio de 2012

Tarjetas Personales



La gente también se divide en los que tienen tarjeta y los que no.
Con las tarjetas personales, es importante es el efecto recuerdo. Que el que tiene un tarjetero y lo revise, al ver la tuya te recuerde enseguida. Lo mejor sería con foto, aunque es medio grasa. Y cara, además. El combo grasa y caro es mortal. Si algo es grasa, por lo menos que sea barato, no?...

Pero es evidente que la tarjeta debería destacar algo distintivo tuyo. Por empezar, tu nombre. Y a menos que sea un papelón, el apellido también ayudaría. Y abajo, una cualidad. Puede ser por ejemplo:
Emilio Petorutti. El de dientes anchos.

Martita Arismendi. La gordita pelirroja. Ahí no quedan dudas. Y el tipo se acuerda enseguida y te llama.


Porque es típico que alguien te da su tarjeta y dice: Carlos Gutiérrez, abogado.

Sergio García, ingeniero civil.

¿Por qué se pone únicamente la profesión?

Si uno va a un boliche y se quiere levantar una mina; porqué no llevar una tarjeta que diga: Emilio García, cariñoso y soñador?...”

José Cohen; propietario, y con auto nuevo”

O mejor aún, para ligar sí o sí: “separado, sin hijos”



Las tarjetas deberían confeccionarse además en el momento y según las necesidades.

Yo por ejemplo tendría una para reuniones de consorcio que solo dijera “el del 4to “C”.





Otra posibilidad es no ponerle nada. Ni siquiera el nombre. O sea, llevar tarjetas en blanco. O si vas a pedir trabajo, dejarle al empleador una que bajo tu nombre diga: “llene la línea punteada.”

¿Acaso los ciegos se entregan entre ellos tarjetas en braile? Cuando un ciego va a un braile, digo a un baile… No, no se si llevará.



Lo que sí es habitual es que en reuniones de empresas se estila, ya antes de sentarse, que se intercambien tarjetas. Es como una regla: hola qué tal, pasen, pónganse cómodos - y ahí nomás el tipo pela y te extiende la suya y si vos no tenés quedás mal; decís por ejemplo. “Ups, perdón, me dejé las tarjetas en casa. Es que mi señora las usa para secar las milanesas.

(No es creíble, no?...) – las fríe tan chiquitas…




Claro, es que parece ser lo primero que uno tiene que tener cuando inicia una actividad. Pero el concepto-tarjeta ya es para darse chapa; y lo mío siendo actor es raro; se supone que el otro me conoce. Si no me conoce, nunca me va a llamar como actor por la tarjeta. (“Quién va a ser Hamlet?... El que me dejó la tarjeta esa tan monona…”) y si me conoce, para qué tener tarjeta. Además cambio tanto de actividad que debería llevarlas también como compositor, músico, autor… Incluso llevar alguna para darle a las viejas que dijera “hijo de Chico Novarro”. Esa las dejaría contentas. Con un autógrafo de papá y una copia reducida de mi partida de nacimiento.



A mi me gustaría que desenmascaren nuestra personalidad real. Por ej:
Hugo Rocatagliatta. Histérico. Manipulador profesional.


Amalia S. Muñiz. Ex esposa. Nunca solté mi pasado.

Toribio Retta. Medio chiflado. Obsesionado con las medias de red.

Claudia Ordóñez. Antisemita.

Jorge Cutini. Especialista en osos.



Si yo te cuento que hoy existen tipos que ponen en su tarjeta personal:
Mariano de la Canal, Fan de Wanda Nara


Pablo Cavaleiro, Mago sin dientes

podrías decir que es parte de mi cotidiano hacerme el gracioso, pero es posta!...

Esta gente existe y aparece en la tele. (Más que yo, inclusive.)



Lo mejor sería expresar los deseos de cada uno en su tarjeta; así el otro conoce mambos e intenciones concretas.

Y con esta reflexión me retiro y te dejo la mía.

                  Pablo Novak. Millonario y encantador.

           (Aun no me pusieron teléfono; dejá, yo te llamo)


 




martes, 3 de julio de 2012

Tantas noches dando vueltas




año: 1988 grado en Estudios Ion
producción musical y bajo: Pedro Aznar
batería: Jota Morelli
saxo: Andrés Boiarsky
guitarra: Gabriel Jesiotr
piano y voz: Pablo Novak